martes, 11 de octubre de 2011

¿POR QUÉ CORRES?

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¿POR QUÉ CORRO?
Juan Manuel Ruiz García, “juanete”

miercoles 16 abril 2008.

La motricidad es un elemento consustancial a la vida. Se define como la posibilidad de cambiar de sitio o de orientación algunos elementos del ser vivo. Hasta los vegetales, considerados erróneamente como seres vivos estáticos, desplazan algunas partes de su cuerpo: las raíces y ramas muy lentamente, las hojas y las flores se orientan, y las semillas pueden viajar largas distancias.
El ser humano se mueve y para ello posee un aparato motor muy desarrollado. Nos movemos para comer, para relacionarnos y reproducirnos, como estrategia de supervivencia huimos o nos escondemos. Esta motricidad o capacidad de transporte precisa de un gasto de energía que el organismo realiza en la medida en que podrá restituirlo por obra precisamente del propio movimiento. Buscamos alimentos y sólo lo hacemos si el gasto energético de buscar lo vemos recompensado con lo encontrado, al menos al nivel de expectativa.
En la naturaleza el movimiento, por tanto, no es un objetivo sino un medio o instrumento para acceder mejor o para incrementar nuestra capacidad de supervivencia. Los animales que como el ser humano han evolucionado en ambientes donde había que buscar alimento desplazándose, han acomodado su actividad metabólica al ambiente de escasez, y por tanto, la activación de mecanismos instintivos de saciedad y por tanto de no ingesta, han quedado muy mermados en nuestra programación genética. Estamos expuestos a que se puedan producir desequilibrios entre lo consumido y lo gastado que puede generar no sólo episodios de desnutrición y merma paulatina, por tanto, del peso y estructura del individuo, como de obesidad. Pero así como la desnutrición severa acaba provocando la muerte segura y rápida del individuo, no así la sobreingesta. Más peso provoca mayor gasto de energía por unidad de desplazamiento, por lo que cada nivel de ingesta acaba provocando un nivel estable de peso, a menos que el propio peso acabe haciendo imposible el movimiento y otros individuos le den alimento, en cuyo caso el individuo crecerá hasta la muerte. Por ello, cuando la estructura económica de reparto hace que algún individuo reciba alimento sin necesidad de movimiento, si no existieran mecanismos culturales de activación de la saciedad o del gasto superfluo el sujeto acabaría muriendo de sobrepeso o explosión.
Tenemos programado genéticamente la
construcción de todo un aparato locomotor cuyo fin básico es generar el movimiento de trote, ya sea en el Kalajari o en la tundra siberiana: trotar para recolectar, para cazar, buscar pareja, hacer amigos, huir o hacer la guerra. Pero la evolución tecnológica ha creado todo un sistema de transporte exosomático (aviones, coches, etc.) que multiplica las capacidades individuales endosomáticas de motricidad y además, y esto es lo más significativo, las hace inútiles para una determinada parte de la humanidad. Correr se convierte cada vez en una actividad más inútil e innecesaria. A no ser como instrumento de equilibrio del exceso de alimento.
El deporte nace como una actividad educativa más, similar al aprendizaje de la lectura, el intelecto o la sociabilidad. Al principio se aprende mirando e imitando. Pero las técnicas más sofisticadas de aprendizaje crean todo un ritual de ejercicios coordinados y coherentes que progresivamente transmiten una habilidad o un saber más o menos complejo. La práctica deportiva surgió como este ritual de aprendizaje del cuerpo en relación con la motricidad. Al principio sin perder el carácter instrumental, es decir, de aprender una técnica de desplazamiento para conseguir mejor un fin de alimento o procreación (baile), por ejemplo. Al final, que el ritual se desvincule del fin que lo alumbró y se transforme en sí mismo en una actividad propia de objetivos sociales diferentes a los que en su día promovía y que ofrece placer o bienestar ya sea por vincularse a otros objetivos culturales más sofisticados o por el propio goce de la actividad sin un objetivo manifiesto ajeno a la propia práctica. Esto ocurre en sociedades complejas cuya estructura social hace que determinados individuos desvinculen actividad física de alimentación, y por tanto puedan conectar el ritual de aprendizaje de la motricidad, el deporte, con otros objetivos sociales ligados al reconocimiento, la belleza o la salud.
¿Por qué corres?
Depende dónde, a quién y cuándo hagamos la pregunta.
En Madrid, por ejemplo, ¿tú por qué corres? Mucha gente contestaría simplemente: “¡pero si yo no corro nunca!”. No lo necesitan. ¿Para qué correr? A lo sumo para no perder un autobús, o el primer día de rebajas conseguir una buena ganga.
En Palestina, Kenia o en el Amazonas muchas personas corren y seguro por razones muy diferentes a las que los pocos madrileños que corren ofrecerían.
La división en clases de las personas se puede realizar atendiendo a muchos criterios: dinero, ideología, religión, lengua, cultura, profesión, etc.. Lo divertido de este ejercicio académico e incluso ideológico consiste en comprobar cómo una persona está en muchas clases diferentes, y que sus compañeros de grupo difieren según el criterio de clasificación elegido. A mí me gusta clasificar según criterios un poco más complejos de los que pueden escribirse en un carnet (de fútbol o de identidad), una partida de bautismo, un pasaporte o una declaración de la renta. Por ejemplo, ¿por qué corres?, o ¿por qué no corres?, ¿por qué correrías o por qué jamás correrías? ¿crees que podrías vivir sin piernas?
Poseemos un sistema locomotor que si no se utiliza se atrofia, y por tanto, se convierte en un problema para la salud y el bienestar. Dependemos de un equilibrio energético entre lo ingerido y lo gastado, pero carecemos de un sensor automático especializado y eficaz que nos cierre la boca cuando el depósito está lleno, que deseche de lo ingerido lo que sobra. La respuesta social a estas realidades puede ser, de hecho, muy diferente. Pero resulta paradójico que si clasificamos en clases a los individuos atendiendo a su masa corporal, junto al fakir encontraremos al favelista brasileño y también al corredor de maratón sueco, tres sujetos que han alcanzado un equilibrio estricto de bajo metabolismo por medios muy diferentes: el primero, máxima inmovilidad y consumir el mínimo compatible con la vida; el segundo, estar todo el día buscando para consumir todo lo que pueda; y finalmente, el maratoniano como símbolo del corredor moderno, correr al máximo y consumir para no dejar de correr. El primero y el tercero han podido elegir para qué corren o no corren, el segundo, desgraciadamente, no, corre para sobrevivir. Pero en el grupo de la desmesura ¿podemos hacer también estas clasificaciones?
La movilidad física por medios propios resulta muy reducida en este grupo, como el fakir tan sólo pasitos cortos, lo mínimo posible: coger el mando de la TV, cambiarme de silla o de sofá, ir a la cama, calentar leche, acercarme al garaje a coger el coche. La movilidad clásica reducida a microentornos de acceso a los grandes espacios exosomáticos de movilidad: el coche, el avión o internet: tres pasitos, teclear un número o una dirección, mover un brazo, dar a un botón y esperar. Si no fuera porque todavía no se ha inventado algo para sustituir a las piernas o los dedos en estos microviajes, todos los clasificados en el gran grupo de los vagos voraces optarían por amputarse piernas y brazos, ya que estos residuos arcaicos sin movilidad serían perniciosos para la salud. El fakir sueña con ser sólo mente y esperar, también sin piernas ni brazos. Pero los voraces no desean esperar sino alcanzar y no desobedecer al instinto de acaparación y consumo con el que estamos programados genéticamente. La ecuación está servida, enormes cantidades de energía gastadas exosomáticanemte para el transporte de cosas que consumimos vorazmente y cada vez menor cantidad de gasto energético endosomático necesario para la propia movilidad física: acumulación, grasa.
Pero el exceso de grasa resulta insano a la par que feo. La estética y la salud nos imponen al fakir, pero la ética consumista nos impulsa hacia el favelista al que de repente le ha tocado la lotería. En tiempos remotos o recientes de irregularidad acusada en el suministro de alimentos, la grasa cumplía un objetivo de supervivencia claro como regulador de los ciclos penuria-abundancia. A medida que el granero se globaliza por obra del transporte, hemos sido capaces, al menos en teoría, y una mínima parte de la población mundial, de externalizar las reservas endotélicas de energía convirtiendo en inútiles las barrigas y los acúmulos en muslos y tetas.
En esta tesitura alocada el deporte se practica como actividad saludable y estética, un nuevo elemento de consumo que deshace el absurdo contenido en la fórmula acumulación-estética. El deportista consume actividad física para gastar energía, es decir, paga por consumir, cuando en la fórmula tradicional el ser humano cobraba por moverse. ¿Por qué corres? En este nuevo grupo incluiríamos a los que corren para gastar energía con el objetivo de estar sanos y bellos, que controlan culturalmente la ingesta de alimentos por terror a la gordura. Que incluso demandan un tipo de alimento construido y producido para la estética y la salud practicada en este entorno de deporte consumido y transporte exosomático desbordado. Este deporte y esta alimentación sirven para construir conscientemente un cuerpo sano con pretensión de durabilidad. Pero no todo se puede comprar, y evidentemente esta manera de resolver la contradicción sólo resulta posible con el sacrificio, con el esfuerzo continuado de la voluntad por entrenar, por seguir un plan, por no ingerir determinados alimentos y controlar férreamente la dieta. De aquí surge otra contradicción de la que puede emanar enfermedad y frustración. El consumo tradicionalmente provocaba bienestar al gastar lo comprado. Pero este gasto en gimnasio, dietas, alimentos, material, viajes, masajes, etc. sólo producirá lo deseado tras un sacrificio del que se debe desprender una contrapartida para ser asimilado de forma positiva y creativa por el individuo. ¿Merece la pena tanto gasto de dinero y tanto esfuerzo por entrenar? Se compran los elementos de tortura tras cuya aplicación surgirá un individuo nuevo bello y sano que para mantenerse deberá seguir consumiendo sacrificio. Por ello siempre aparece latente la tentación por la droga, por el fármaco milagroso, por el tratamiento mágico, la operación quirúrgica perfecta, en suma, por el consumo sin sacrifico: pago, y en contrapartida, sin nada de mi parte, obtengo el cuerpo que deseo, y por tanto, la salud y la belleza.
Evidentemente yo no deseo pertenecer a este grupo, pero en cierta manera todos los que corremos compartimos muchos de los elementos que lo definen. ¿Por qué corro? Claro que deseo estar sano, y evidentemente considero que existe una relación entre el deporte que practico y mi bienestar y presencia estética. Correr exige un esfuerzo y controlo lo que tomo cuando evito ingerir ciertas sustancias y administro otras, y evidentemente cuido mis articulaciones, voy al masajista, e incluso entro al quirófano cuando me averío para que me mejoren o me recompongan. Si el deporte lo practicara como consumo únicamente para lograr salud y estética, dejaría de hacerlo cuando hubiera otro método que sin dolor y de forma menos onerosa me ofreciera el mismo resultado. Pero ese ejercicio de la voluntad que necesita el deporte es uno de sus atractivos, como lo es de la mayor parte de las actividades con las que realmente disfruto: la lectura, la música, el ajedrez, la conversación, etc. Corro porque me ayuda a comprender el mundo. Suena pretencioso. Me explicaré.
El ser humano es un vago voraz. La eficiencia, tan importante en nuestra sociedad, resulta comprensible sólo como el comportamiento lógico de un vago con deseos; y la técnica de coste-beneficio su más depurada herramienta para la toma de decisiones. El método que Epicuro el hedonista nos propone para obtener el máximo bienestar es un constante sopesar el sacrificio y el placer en una ecuación que sólo resulta soluble si se entiende que ambos términos resultan intercambiables. No sólo el placer procede del sacrificio, sino que el mismo placer se convierte en dolor y viceversa. Es decir, que ese desequilibrio a favor del placer no se produce en el fiel de una balanza: a la derecha el dolor y a la izquierda el placer, sino que más bien el equilibrio atiende al principio de Arquímedes: para que el agua desborde hemos de hundir la piedra en ella, que el volumen de dolor que sumergimos desplaza al placer.
Soy un vago, y si no corro únicamente por estar guapo y sano, ¿por qué lo hago? ¿por placer? ¿por masoquismo? El masoca encuentra placer en el dolor. ¿el hedonista encuentra dolor en el placer? Bueno, la distinción está más en la estética, la del cuero y el látigo frente a la seda y la pluma, pues ambos lloran y también ríen. No resulta posible reír sin llorar, ni lo contrario. Y hemos de preparar el cuerpo y la mente para comprender la esencia y las consecuencias de este nudo en el que se fabrican mutuamente el dolor y el placer. La vida, y la práctica del correr, y también de la lectura o la escucha musical, del aprendizaje en cualquier materia, se desarrolla en este terreno: se aspira al placer que se cree se va a obtener alcanzando un grado de percepción que ahora no se posee, y por tanto, se inicia un camino de aprendizaje y por tanto de sacrificio que se sabe que no tiene fin y en el que afortunadamente el esfuerzo se entrevera de placer a medida que el sendero se adentra en paisajes y perspectivas novedosas que excitan la curiosidad por saber, aprender, por acometer nuevos retos.
Cada vez resulta más común encontrar personas que no asumen esta verdad histórica de lo humano, que repudian la disciplina y el autocontrol, que viven esperanzados en una solución mágica que deshaga este nudo básico de la existencia. El último escalón de los militantes en el progreso, las religiones salvíficas o mistéricas, del nirvana, la droga o la magia consiste en alcanzar el placer absoluto sin restricciones por obra de la técnica, el éxtasis místico, la desaparición del deseo, el consumo de sustancias alucinógenas o la confianza en alguna fórmula mágica.


La más humilde actividad humana posee un sentido, es decir, indicios que nos rebelan algo de la verdad de este mundo. Pero las más excelsas atesoran un mensaje más o menos complejo que hay que aprender a entender. Pero una novela, una poesía, una obra musical, no se entienden sin esfuerzo, precisan de una voluntad de comprensión. La mera observación, la sola percepción sensorial no reporta beneficio si no viene precedida de un aprendizaje, de un esfuerzo por querer comprender. Y este aprendizaje yo lo entiendo como un entrenamiento de lo humano, de aquello que nos define y nos identifica como seres dotados de lenguaje, que saben de la muerte, que buscan la trascendencia y que además trotan y saben agarrar cosas y lanzarlas. Y entiendo que el entrenamiento integral de lo humano resulta imprescindible para comprender lo que como humanos podemos entender y comprender de este mundo. No sólo entrenar el ojo para que la mente sea capaz de admirar una estatua, sino también el pie y el cuadriceps para que el oído sepa comprender la verdad que de este mundo expresa una sinfonía de Beethoven, que el Quijote me acompañe cuando respiro el olor de la jara al entrenar por un páramo mediterráneo.
El trote a dos patas con la cabeza alta y con los brazos acompañando el movimiento resulta tan humano. No puedo imaginar al africano que por primera vez se internó en Euroasia sin este peculiar movimiento. Uno de los momentos más sublimes de la Iliada ocurre cuando Ulises abandona el campamento aqueo junto con Diomedes y se adentran trotando en la noche en los campos troyanos. Nuestra inteligencia ha crecido en el marco de la sociabilidad y de las estrategias de caza y comunicación que este peculiar modo de desplazamiento nos ha facilitado. Encuentro tan absurdo concebir la vida sin correr tanto como transformar el correr en una actividad que se desarrolla sólo con el pretexto de no engordar y estar guapo.
Y me refiero tanto al correr como a casi cualquier deporte, porque casi todos ellos se basan en el trote como movimiento básico. Aunque el correr como actividad exclusiva en cierta manera representa el concepto básico de la motricidad humana.
¿Por qué corro? Pues por la misma razón por la que leo o escucho música, converso con los amigos, o veo películas, para disfrutar del mundo y comprenderlo.
Entiendo que la rutina de adiestramiento del cuerpo resulta tan importante como la de la mente, evidentemente adaptada a los gustos personales, inquietudes, objetivos y capacidades. Y que dicha disciplina no se puede entender sin un sentido de mejora, sin unas aspiraciones. Que en el mundo literario se fraguan en el deseo de poder leer ciertos libros, o en lo musical de poder apreciar determinadas obras. Y que en el deporte, y en particular en el entrenamiento del correr deben existir esas mismas aspiraciones de mejora unidas al deseo de disfrutar cada vez más de esa y del resto de las actividades que como humanos realizamos. Y que el objetivo de ser mejores, en el que en suma aspiramos como humanos, no puede consistir en el deporte únicamente en no enfermar o no engordar, en vencer al prójimo, al igual que cuando leemos no deberíamos aspirar únicamente a ser más cultos que otros o consumir el mayor número de libros. Sino que debe existir más que un deseo de comparación con otros o de utilidad, una aspiración a la calidad que en suma significa ser capaces de encontrar un sentido al sacrificio, al esfuerzo del aprendizaje. Y precisamente lo más sorprendente del proceso del entrenamiento es que ese sentido lo encontramos en la propia comprensión que la práctica de la actividad nos reporta, ya sea del correr como del leer o escuchar música.
Todas las actividades humanas poseen este carácter autorreferente, esta retroalimentación que hace que el sacrificio nos dé placer y que no podamos encontrar placer en la ausencia de esfuerzo. Por ello la disciplina del cuerpo y de la mente se apoyan y se necesitan.
También corro porque deseo enseñar a mis hijos la disciplina que me impongo, porque deseo que aprendan que el placer no es gratuito y que en el sacrificio deben saber encontrar recompensa y bienestar. Y que aprendan a defenderse de aquellas personas que desean obtener placer gratuito, una imposibilidad que sólo puede alcanzarse robando placer a otros.
En una librería de Madrid cercana al Palacio de Oriente existe un cartel: ser cultos para ser libres. Debajo he comprobado que recientemente han colgado otro cartel: se traspasa. La libertad que uno siente cuando corre –o lee-, cuando practica esa actividad primigenia de lo humano, su motricidad básica, no se compra junto con las zapatillas y los complementos dietéticos –ni con los libros-, sino que se siente en el aprendizaje, en el cultivo del cuerpo –y de la lectura. La cultura del correr no puede quedar reducida a su utilidad para obtener otras recompensas, sino que hemos de ser capaces de encontrar un sentido mucho más profundo a esta actividad. Sería como si redujéramos nuestra actividad de lectores a la utilidad que podríamos obtener en un test de cultura general en una oposición.
¿Por qué corro? Pues porque deseo correr bien. También leo para leer bien. Y el pintor pinta para pintar bien. Lo que signifique ese bien yo no os lo puedo decir porque es algo que sólo se conoce cuando se coparte con otros la actividad que se practica. Para eso sirve la amistad y a ello se dedican todos los esfuerzos humanos en la creación, para crear vínculos de amistad. Se está en la verdad cuando se comparte y se crea un vínculo. El reconocimiento mutuo es la prueba de verdad, o de lo bien que se ha escrito un libro o interpretado una obra musical, de lo bien que Ulises y Diomedes han corrido juntos. Todas estas actividades se realizan para reconocernos socialmente y para establecer vínculos humanos, agruparnos y sentir bienestar de la cercanía de prójimos con los que compartimos un sentido, un placer o una interpretación.
La capacidad humana para transformar actividades necesarias en inútiles resulta ilimitada y constituye una de nuestras más claras señas de identidad en el reino animal. Por ejemplo, la escritura surge como instrumento nemotécnico, en Summer como o en Creta las tablas se cocieron para inventariar y para registrar los términos del comercio. El lenguaje sirve y resulta útil para transmitir información, para describir cosas y explicar procesos. Pero el ser humano ha sabido transformar también el lenguaje en literatura, una actividad que trasciende los objetivos anteriores porque resulta tan inútil o poco necesaria como un juego, una frivolidad que los seres humanos nos permitimos para comprender mejor el mundo a través de la poesía o la novela. Una de las originalidades del ser humano reside aquí, en que sabe ir más allá del reino de lo necesario y que es capaz de crear un mundo de imaginación absolutamente inútil. Y lo hacemos con la música, la fotografía, la pintura, la arquitectura, y como no, con el deporte. Correr nos ha servido a lo largo del proceso evolutivo para desplazarnos, cazar, huir, etc. Por tanto, una actividad utilísima. Pero el correr que se practica sin un objetivo de supervivencia resulta innecesario y supone un alto grado de desarrollo de la creación humana, al mismo nivel, pero con otro sentido, que el de la novela o la sinfonía. Ya los griegos entendieron que la más alta aspiración del ser humano consistía en hacer cosas innecesarias, en desprenderse del imperio de la necesidad y dedicarse a la creación de lo inútil. Lástima que sus ciudadanos sólo lo pudieran conseguir con la conquista y la esclavitud. Evidentemente, así como el nudo al que antes aludíamos del placer y del esfuerzo no se puede deshilvanar, del mismo modo no podemos desprendernos, como sociedad, de la necesidad, por ello la utilidad suprema de las actividades necesarias que realizamos deviene en que nos permitan crear actividades innecesarias como el arte o el deporte.
Un entrenamiento de 1 hora corriendo por el monte posee muchas utilidades o beneficios, pero lo que realmente le da sentido al correr no es la utilidad sino el que en suma sea innecesaria y que la realicemos en el fondo porque nos da placer al margen de una utilidad. No quiero decir que debamos eliminar sus partes útiles ligadas a la salud, la marca (si competimos), la estética corporal, sino que más allá de estas utilidades sepamos encontrar una virtud y un sentido que los supera. Por ejemplo, una novela nos ofrece información sobre la psicología de las personas, nos describe ciudades y paisajes, nos habla de la historia, del vestuario del pasado o de otras culturas, por tanto, resulta útil para incrementar nuestro conocimiento. Pero la esencia de su lectura se encuentra cuando de todo ello extraemos un placer y una comprensión del mundo que va más allá de la descripción, cuando sirve para crear con otros una comunidad de afinidades y de sentimientos.
En esencia, correr para mí es una frivolidad que me permito, un hueco que abro en la necesidad de mis ocupaciones vitales para simplemente disfrutar y mejorar, para correr cada vez mejor. Pero esta aspiración resulta difícil, porque la voluntad está acostumbrada a mover los músculos cuando existe un objetivo claro a la vista, una utilidad. Si tuviera que correr para cazar un conejo, para huir de un enemigo, pues sería fácil, casi automático. Pero qué mueve a la voluntad humana para correr sin un fin. Resulta fácil leer las instrucciones de un equipo que acabo de comprar y que deseo utilizar, también si he de aprobar un examen de historia leer el manual que contiene los conocimientos, o un artículo útil para mejorar el rendimiento en mi trabajo, pero lo que resulta sumamente difícil es perder el tiempo leyendo una poesía, aunque realmente esta última ocupación resulta la más valiosa de todas.
Yo no corro para estar sano y fuerte. Yo deseo estar sano y fuerte para poder correr. Del mismo modo yo no quiero leer para ser más culto, deseo ser más culto para poder leer. Es decir, la salud y la cultura es algo que se consigue con múltiples actividades útiles que me sirven para al fin, en mis horas supremas y más gozosas, poder realizar actividades tan innecesarias como escuchar un cuarteto de Bela Bartok, leer una poesía de Hierro o correr por el campo.
La técnica moderna hace cada vez más innecesario nuestro cuerpo como mecanismo capaz de imprimir fuerza o de conseguir concentración. Cada vez resulta más innecesario en el mundo tecnológico de los países muy desarrollados actividades tan propias de lo humano como correr, leer, crear con las manos, conversar, etc. Televisores, coches y aviones, informática crean un mundo virtual que procura utilidad sin apenas esfuerzo físico ni voluntad de concentración. Por ello resulta obligado reinventar el mundo físico o de vivencias interpersonales al que el avance tecnológico nos empuja, y recrear esas actividades esenciales y básicas del ser humano en el caldo de la más absoluta inutilidad.
No se trata, evidentemente, de repudiar el coche o el ordenador. Resultaría tan absurdo como quemar el libro de historia por aspirar al Quijote. Se trata de reivindicar el Quijote cuando todo nos empuja a no leerlo, defender el correr cuando todo se alía para que nadie corra. Y sobre todo, leer el Quijote no tanto para extraer información sobre la sociedad del siglo XVI –que para eso está Wikipedia o un manual de historia-, sino para comprender la esencia de lo humano. Por tanto, no correr por no engordar sino por la misma razón que leemos el Quijote o admiramos una estatua, por la pura frivolidad de hacer amistad con otros lectores y otros corredores y de en suma buscar el vínculo de unión entre las personas más en el placer de hacer algo juntos y compartir unas vivencias que en el hecho de que opinemos lo mismo o amemos al mismo dios o bandera.
El correr nos vuelve a enseñar la simplicidad, nos devuelve a la niñez, nos reencuentra con el juego y la imaginación. Os transmito estos pensamientos que han aflorado en mí muy recientemente. Tengo 43 años y sólo llevo corriendo apenas nueve meses. No son el resultado de una iluminación repentina, pero sí guardan relación con vivencias y hechos personales que me han ayudado a comprender el valor de correr y de hacerlo sólo para correr bien, sin otra pretensión. He comprobado que esto es duro y por ello me motivo con elementos relacionados con esta actividad que para mí no son el objetivo esencial del correr, pero que me sirven para mover mi voluntad y superar los guijarros de un camino por el que discurro no por conseguir marcas o por estar sano, sino por el puro placer de correr bien. Por ello diseño mi entrenamiento en función de objetivos de participación en eventos deportivos, o en función de determinadas marcas, o me motivo pensando que esta actividad física me permitirá tener una vejez más sana o poder acompañar a mis hijos cuando ellos deseen salir al monte o coger una bicicleta. Estos sucedáneos de objetivos me permiten superar los baches y los guijarros, pero bien sé que mi correr no tiene objetivo, es tan inútil como el verso o la melodía, pero tan deseados.
¿Por qué corres tú?

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15 Tus comentarios acerca de... ¿POR QUÉ CORRES?

23 de mayo de 2008, 15:59

¿Por que corres?
Supongo que corro por lo mismo que hago otra serie de cosas en la vida sin preguntarme el porque. ¿Por que como?,¿por que respiro?,¿por que acaricio?,¿por que duermo?, porque lo necesito y porque me lo pide el organismo.
Sin ser tan sabia como Juanete, que me a sorprendido gratamente os cuento mi historia que supongo es de lo que se trata y quizas entre todos encontremos el porque.
Siempre me he sentido impulsada ha hacer deporte, solo me falto encontrar a Ridick en mi camino para terminar integrandolo en nuestra forma de vida.
Ademas tengo una madre con una gran meta por conseguir "superacion", sin una pierna hace cosas que la mayoria con dos no nos planteamos, porque no somos conscientes del esfuerzo, el dolor, el cansancio fisico y psicologico que le supone cualquier cosa. ¿Podrias vivir sin piernas? pregunto Juanete.
-Sin una si, dijo mi madre. A pesar de que ciento de veces nos cuenta que sueña que corre, solo corre. Que recuerda cuando hace años corría por la playa sin saber porque ¡y lo echa tanto de menos!. Quizas corro por ella y por su sueño, o porque me ha enseñado a buscar, perseguir y conseguir lo que desee. Algunos ya sabeis que hace tres años mi corazon se paro un ratito, acudi al medico en busca de ayuda y sali en una UVI movil camino de La Paz.
Pase ocho días enjaulada en un horroroso camisón de lunares, viendo la vida pasar desde un sexto piso, desde la ventana veía un parque por el que cada mañana pasaba gente corriendo, ¿por que? no lo se pero desde arriba yo corría con ellos.
Voví a casa y por prescipción medica no podía ni subir una persiana, ni escurrir una fregona etc...y tenía en mis brazos un bebé de veinte días y en la mano un niño de dos años, una casa con escaleras y un miedo horrible.
Pase dos años aparcada, con un saco de adrenalina a mis espaldas y una nostalgia tremenda por volver a vivir. Me moría de envidia cuando veía a Ridick calzarse sus zapatillas o hablar de entrenamientos e intentaba asumir que ya siempre sería asi.
Llegó mi cumpleaños y me regalaron un pulsometro (creo que fué la manera de decirme que ya era hora) ¡gracias Ridick!. Me apunte a la carrera de la mujer de Cerceda sin apenas entrenar (el miedo no me dejaba)me levante y decidí correr...Fué una meta personal, pero lo conseguí, corrí, acabé y empece a sentirme libre o quizas atada a este gran dilema que tengo cada día "estoy mejor si corro, o si no puedo correr".
Este año hay quien no comprende que quiera correr con una lasión y mucha gete me dice que el cuerpo es sabio y avisa, que hay que darle un descanso. Yo quizás me equivoque, pienso que ya descanse para el resto de mi vida, que el cuerpo lo controla la mente, que el dolor fisico se supera y que los retos te piden mas retos.
Me da igual llegar antes o despues que tú, pero me encanta tragarme mil metros más que ayer, o bajar un segundo en mi tiempo, ¿será superación personal? no lo se pero me hace sentir bien.
Hay quien necesita ir de compras a menudo y creeis que se preguntan ¿por que?, nosotros necesitamos y disfrutamos el deporte ¡que genial! seguro que formaremos una generación de grandes campeones. Yo quiero inculcar a mis hijos la sensación de bienestar que te produce el conseguir algo con tu propio esfuerzo y superarte a ti mismo cada día un poquito.
¿Por que corro?, porque me hace estar viva y lo único que quiero es no volver a estar muerta. ¿Y tu por que corres?

28 de mayo de 2008, 15:47

¿Por que corro?
Detrás de mi afán por hacer deporte en todo momento, también existe una historia personal que quizás mi hijo empieza a entender.
Fué mi padre, el que me enseñó a amar cualquier deporte, quizás por inculcarme a mi todo aquello que a él le prohibieron cuando con 35 años ingresó en la UVI del antiguo 12 de Octubre con un maltrecho corazón funcionando solo al 40%.
Quizás en ese momento, cuando por aquella época las enfermedades graves de corazón eran prácticamente irreversibles, él decidió pasar con sus hijos el mayor tiempo posible de la mejor manera posible. No recuerdo pasar un solo fin de semana sin seguir alguna competición deportiva.
Me vienen a la memoria los partidos del Atlético Madrileño los domingos por la mañana en el Calderón, partidos del Getafe en tercera división, pude ver a Ángel nieto en el Jarama ganar el 12+1 en 125, carreras de galgos en un pueblo de Toledo, los inolvidables 6 días ciclistas de Madrid en el velódromo del palacio de los deportes, carreras de caballos en la Zarzuela, los finales de vuelta España siempre en la Castellana. etc., etc.
Creo que en todos esos momentos puedo encontrar la explicación a la pregunta lanzada por Juanete.
El deporte que apasionaba a mi padre por encima del resto era el ciclismo. Paisano de Julio Jiménez y conocido de Ángel Arroyo, decidió comprarme casi a escondidas mi primera bici de carretera. Empecé a montar con 13 años y el me seguía con el coche todas las tardes para protegerme de cualquier imprevisto.
En mi primera carrera, el Trofeo Chico Pérez, no llegó a verme pues días antes ingresó por última vez en el 12 de octubre. Al menos pude contarle como me fué para que días después nos dejara para siempre.
Entonces me prometí intentar disfrutar del deporte por él y por mí, hasta el día de hoy, en el que procuro transmitir a mi hijo el espíritu deportivo del abuelo que no conoció y del que lleva su mismo nombre y su mismo apellido.
Esta es mi historia.
Y tu...¿por que corres?

29 de mayo de 2008, 3:31

Amigo Fran, muchas gracias por tu narración. Cuando corremos o vamos en bici compruebo que cada uno llevamos nuestros estímulos interiores y que por debajo de lo que vemos cuando un grupo de corredores se ejercitan juntos, discurre soterradamente un sinfín de electricidad positiva, de ganas sobre todo de superación personal. Estos textos que nos estamos enviando nos permiten compartir algo que pocas veces aflora cuando vamos en grupo con la bici de montaña o en un rodaje. Veo que intentamos a través del deporte confeccionar una cadena, de transmitir un mensaje, los sentimientos que un padre nos ha dado o que hemos vivido a través de una experiencia intensa, que en suma deseamos fabricar eslabones que nos unan con nustros compañeros y con nuestros hijos. El miedo sólo se supera cuando nos enfrentamos con racionalidad y prudencia al peligro. Los tragos amargos también, y el deporte veo que se convierte en muchos casos en el modo de perder el miedo, de superar un dolor: correr cuando se nos ha roto el corazón parece que es la mejor forma de soportar el dolor y de estar cerca a la vez de aquello que nos ha hecho daño, ya sea la muerte de alguien, o una enfermedad. El deporte quizás como aprendizaje de la valentía. No sólo del valor para superar situaciones de riesgo, sino sobre todo para afrontar la vida con optimismo e integrar el dolor a la propia vida, para no olvidar la causa del dolor sino para saber vivir en el peligro de tener siempre presente a un padre, un corazón o una médula maltrecha.

29 de mayo de 2008, 3:36

Campanilla, gracias por tu narración, tan llena de polvos mágicos y de vida. La voluntad de correr la mueven sensaciones como las que nos cuentas. Si corremos, y no lo hacemos por perseguir a una gacela, es por cosas como las que tú nos narras con tanta sensibilidad. Cuando este mediodía me ponga el calzón y salga a la Casa de Campo pensaré en ti y en tu enorme corazón. Yo también pasé casi un mes en la habitación de un hospital hace apenas un año y medio, y sufrí 2 operaciones de espalda. Al final me quitaron exitosamente el tumor de la médula sin efectos colaterales. Durante los casi dos años previos a la operación el acto de empezar a correr era el que más me dolía, de tal modo que asocié el estar recuperado a poder correr. Era tal las ganas que tenía de poder correr, de poder sólo jugar con mis hijos que desde entonces no he parado. Despacito al principio, y ahora un poco más rápido y por más tiempo. Previamente había practicado multitud de deportes, pero lo de correr en sí mismo nunca me atrajo, pero ahora no puedo parar y sobre todo no dejo de hacer amigos a los que también les gusta esto del correr inútil. Gracias.

3 de julio de 2008, 13:48

¿por qué corres....por la montaña?

Pues sí amigos, somos tributo de nuestra HISTORIA personal y es algo que llevamos en la piel, en los músculos, en las venas, en el corazón..., nos invade y muchas veces, cosciente y subconscientemente, nos arrastra como un torrente de aguas bravas.
Me veo reflejado en las palabras de Noelia, de Fran y al igual que ellos, si corro y amo el deporte y sobre todo a la montaña, es por mis padres. Ambos nacidos en un entrañable pueblo de la sierra de Gredos (Navarredonda de Gredos), desde dónde de cualquier punto lo complicado es no ver el Almanzor, Cabeza Nevada, El Morezón, la Galana...., una montaña de granito que tiene vida propia y en la cual cuando corro, paseo y escalo en verano o invierno, noto que inspiro la vida, la historia de sus habitantes, de su gente humilde, buena, que han respetado profundamente a su medio natural y han convivido con la naturaleza en profunda armonia.
Mi padre fallece subitamente allí cuando yo tenía 14 años y desde entonces no he dejado de correr, de andar, de escalar y siempre he intentado hacerlo por la montaña (Pirineos, Gredos, Guadarrama, Alpes, Andes...), dónde encuentro esos recuerdos, dónde establezco un puente afectivo con mi padre y me hace vivir su recuerdo, también el de mi estupenda madre, la cual tengo la suerte de poder seguir disfrutando de ella.
Como bien apunta Juanete, correr y el deporte en general, nos proporciona aparte de todo lo emocional, infinidad de sensaciones somatocorporales. Sensaciones que recogemos de nuestros receptores (tactiles, visuales, propioceptivos, kinestésicos, vestibulares, auditivos,...). Yo gozo plenamente
con el aire que me da en la cara, con el calor del sol en mi piel, con el frescor, con el olor del granito, del pierno, de la jara, ¡hasta de la mierda de las vacas¡, con los sonidos del mundo externo, con las sensaciones de mi musculatura, con la facilidad de como se acomoda la pisada al terreno, con las zancadas cortas, con las largas.....
Correr y hacer camino, subir y bajar, saltar un rio, de piedra a piedra, llegar al recodo de un camino, a un collado y descubrir lo que viene después, descolgarse por una gran cuesta...(y todo gratis¡¡). Montones y montones de experiencias sensoriomotoras, que parecen que se juegan sólamente en los primeros cinco años de vida. ¡gran mentira¡ ¡qué nos lo digan a nosotros, que no dejamos de disfrutar de esta etapa con 30,40,50,60 años.....
Estas son mis motivaciones. El escenario: LA MONTAÑA. Los actores: la buena gente, los amigos,mi mujer, Alex, mi perro, las vacas, las ardillas, las cabras, ¡los jabalies¡....... Y la medalla: ¡una buena cerveza¡
Por otro lado, día a día y hace ya 14 años, me dedico a la rehabilitación de personas con graves discapacidades, personas que apenas pueden disfrutar del movimiento, que no pueden modificar sus posturas, que necesitan infinitos apoyos para poder realizar alguna función.
Sintiendo como siento y disfruto del movimiento y sabiendo todo los beneficios que ello conlleva, no me queda otra (y lo hago con pasión) que intentar facilitarlo en estas personas que viven realidades tan complejas.
Bueno después de esta sesión que ha acariciado la psicoterapia, quiero agradezco a Juanete la oportunidad que nos ha dado para hacernos pensar y para hacernos a todos/as los/las machacas un poquito más humanos ..........y tú ¿por qué corres?

6 de julio de 2008, 14:29

Morosamente vais dejando, compañeros, vuestra rúbrica en esta sección que ahonda en las razones no siempre claras ni evidentes del correr. Gracias, Cesitar, por tu relato fresco de lavandas y de claros remansos. De la piedra berroqueña que conoció tus primeros pasos no has heredado precisamente su pesadez, sino su capacidad para ser arquivolta y asombrarnos con su ilusoria levedad. La levedad del corredor que casi flotando atraviesa la montaña y que sin hollarla profundiza en el mensaje que la naturaleza nos envía. Corremos para volver al origen, para fijar el rostro de los que nos dejaron en una jara o en el aleteo de un saltamontes, para armonizar el latido de nuestro corazón con la melodía de la montaña. Y también, César, como tan hondamente nos transmites, para homenajear a aquellos que no pueden moverse, para repetir el gesto del andar o del correr que ellos no pueden ejecutar y que les dedicamos como una ofrenda, haciéndolo lo mejor que podemos, con humildad, y sobre todo, con levedad. Correr para vivir con la sabiduría de la levedad. Gracias.

8 de julio de 2008, 4:00

Bueno después de leer atentamente todo lo aquí expuesto casi me da vergüenza intervenir, me parece estar invadiendo un espacio tan propio e intimo de cada uno, a la vez que me parece admirable la manera de compartirlo con el resto, me han impresionado muchísimo vuestros relatos, por esa carga emotiva tan enorme que llevan, gracias por compartirlos..

Yo empecé a correr en un momento en que necesitaba con urgencia una salida y una mayor comprensión hacia las cosas que entiendas o no da igual, no están en tu mano, pero si que se quedan dentro. Necesitaba que salieran y hacer que me sintiera mejor, necesitaba estar en paz comigo y con el mundo, una tregua, una luz, y lo encontré en la carrera, en el deporte, al igual que en la gente que encontré en ella, gente que por suerte sigue a mi lado. Si tuviera que pensar en motivos supongo que la muerte en mis brazos de mi padre dio un giro a mi mundo o por lo menos a la forma de interactuar con el mismo, bueno mas que un giro a mi me pareció una caída libre, caída en la que fui siendo consciente de que hay gente que sufre y mucho, gente para los que la vida es un infierno por circunstancias o porque ya se ocupan ellos de hacerlo así sin saber bien el motivo. Con el tiempo cambian las circunstancias externas pero las sensaciones siguen siendo las mismas.

Cuando corres no hay diferencia entre hombres ni mujeres, ni en posiciones sociales ni políticas, ni en edad, todo el mundo está con sus pantalones y zapatillas dispuestos a compartir algo que de una manera u otra les apasiona y lo comparte haciendo despliegue de palabras y gestos de una manera muy reconfortante, se desborda alegría y eso sin duda es genial.

Creo que corro para acordarme de ello el día que no pueda correr e intentar recuperar sensaciones; corro porque me hace pasar de la tristeza mas fría a la felicidad, de una manera tan sencilla como espontánea; corro porque por lo menos cuando corro lo único que me pregunto a mi misma es si podré o no aguantar el ritmo o podré ver el atardecer y todo me parece mas sencillo; corro porque necesito esa energía que desprendo y vuelve a mi sin impurezas, energía que me ayuda a dejar de intentar comprender lo incomprensible y quererlo tal y como es, o por lo menos ponerle una sonrisa; y corro para que si vuelvo a caer en picado emocional o si me paseo cerquita, sea capaz de correr hacia arriba y tener la oportunidad y la fuerza para que me acompañen aquellos que vaya encontrando hechos un lío de brazos y piernas y girando sin sentido.

Y es que creo sinceramente que nosotros siempre somos nosotros y nuestras circunstancias y que por mucho que demos las vuelta al mundo, corriendo o andando, siempre llevamos el culo detrás, para mi correr, como lo hago ahora, es una de estas veces en que no se corre huyendo de algo (problemas, miedos, decepciones, incomprensiones, inseguridades..) sino buscándolo, para que así no nos pese tanto el trasero poco a poco y de gusto llevárselo a todos lados….

9 de julio de 2008, 0:26

Nada de vergüenza, Cris, cada cual se expresa como quiere y aporta su valor a este relato comunitario que entre todos estamos escribiendo alrededor de la actividad que más nos une, el correr. De nuestros relatos desprendo que los altibajos de la vida se parecen a una alfombra. Casi nunca reparamos en ella cuando está lisa sobre el piso de nuestro hogar, pero un tropezón o un mal paso hace que se arrugue y parezca un Himalaya. ¡Lo que nos cuesta comprender que bastaría con tirar levemente de un extremo para que recupere su forma lisa original! Y si otros amigos tiran con nosotros de los otros extremos, mejor. Parece que compartir una actividad física tan simple y primigenia como la de correr nos ayuda a templar la alfombra de nuestra vida. En todos los relatos encuentro una constante que expresas muy bien, Cris, la de correr hacia el problema y no huyendo de él, nuestro objetivo no consiste en correr lo más rápidamente posible para dejar el miedo detrás, sino que corremos para aprender a vivir con el miedo. Y sobre todo, que es una actividad alegre, es una actividad sacrificada que reporta múltiples satisfacciones. Gracias, Cris.

9 de julio de 2008, 0:46

Gracias a ti Juanete por hacernos pensar en ello como dice Cesitar, nunca hubiera escrito algo asi si no es porque me he paseado por aquí, se me olvidó algo muy importante para dar la oportunidad a que otras personas compartan la experiencia, ahi va..y tu ¿por qué corres?

3 de noviembre de 2008, 6:06

Por salud física y mental y como preparación para otros deportes.
Decir que corro por placer sería faltar a la verdad. Correr en sí mismo no es divertido. Rodar a un ritmo bajo supone que las pulsaciones te vayan a 140 por minuto, esto te impide disfrutar del paisaje, te cuesta mantener una conversación y normalmente molestan los músculos. Ir en bicicleta a un ritmo de crucero es mucho menos duro a nivel cardiólogico y muscular lo cual te permite disfrutar de los que ves, charlar etc además hay menos impacto muscular y es más divertido, las bajadas, los charcos etc. Otra cosa es cuando el terreno se complica que puede llegar a ser más duro que la propia carrera. Pero además la bicicleta te permite recorrer grandes distancias en menor tiempo lo que te permite de gozar de una gran variedad de paisajes diferentes.
El futbol, deporte que he practicado en serio muchos años, es obviamente más divertido aunque pocas veces te llena, los malos resultados, las lesiones, una mala condición física te impide hacer aquello que se te pasa por la cabeza... pero cuando las cosas salen como uno quiere el goze es pleno. Y que decir de la montaña, el único deporte en el que hay gente que muere por agotamiento. Duro como ninguno, pero para llegar a eso antes hay que caminar por los valles, disfrutar de los paisajes, los sonidos, el viento. Aparece la alta montaña majestuosa y te marcas el ritmo. No hay competición no hay porqué llegar el primero, sólo llegar. Comienza el terreno vertical, la trepada, la escalada, los rapeles, las aristas, los crampones, el piolet, como deporte mucho más completo, más complejo. La aventura empieza mucho antes cuando te planteas objetivos, donde está esa montaña, por donde se ataca, que material y ropa necesito, que dificultad tiene, donde puedo dormir ...
Pero para practicar todos estos deporte correr es el mejor complemento el mejor entrenamiento.
Además siempre hay un pequeño factor competitivo contigo mismo que encuestras en las carreras.

24 de noviembre de 2008, 11:39

Gracias Miki por tus comentarios. He tardado en leerlos porque hacía tanto tiempo que nadie agregaba nada que ya casi se me había olvidado esta sección. Parece que para ti la actividad de correr es fundamentalmente utilitaria, como el que hace pesas, para mejorar en otras actividades con las que verdaderamente disfrutas, para mejorar tu condición física para abordar con más seguridad y soltura otros deportes. Lo que quizás tiene el correr frente a otras actividades más sofisticadas es su simplicidad, que en cierta manera nos acerca a nuestros orígenes, ya sea de cuando éramos niños como cuando aún vagábamos por las sabanas africanas. Quizás sea algo inalcanzable, pero yo sueño con poder trotar algún día sin que me duelan las articulaciones y los músculos, con alegría, a un ritmo vivo que me permita disfrutar de lo que me rodea. A veces creo que la libertad es eso, sólo un cuerpo desnudo que anda o corre bajo el sol.

16 de abril de 2009, 2:11

Pues nada, dicho y hecho. Dejo en esta sección támbien el texto que escribí en el apartado de MAPOMA 2.009 al que titularia ¿por qué corres un maraton?
Juanete y Fran gracias por la sugerencia.


Debe ser cierta la contundente afirmación que leía en una ocasión, hace ya muchos años, en alguna revista especializada que decía lo siguiente: “ La persona que acaba un maratón ya nunca vuelve a ser la misma persona”.
Evidentemente debe de transformarte cuando menos en una persona mejor, una persona más fuerte.
De otra manera mi amigo Víctor, no habría tenido nunca la suficiente fortaleza para decirme esto:
“Pues lo mismo que andas todos los días por la playa, Miguel, puedes correr. Un día un poco, al día siguiente, otro poco y veras como en una semana te sorprendes de tu progresión”
Víctor estaba convaleciente de un grave accidente que estuvo a punto de hacerle perder una pierna y con dos muletas que apenas le permitían andar en ese momento.
Todavía hoy recuerdo con emoción aquellas palabras que supusieron para mi el comienzo de todo. Yo no alcanzaba a comprender como una persona en su situación era capaz de alentar a otra persona nada menos que a correr. Yo en su situación seria incapaz. No haría más que autocompadecerme de la forma más pusilánime.
Victor, deportista, maratoniano, montañero y mejor persona tiene una fortaleza y una voluntad inquebrantables que le han llevado después de múltiples operaciones en sus piernas a correr otra sansilvestre (tenia que hacerlo por última vez, dijo) y a volver a coronar el Mont-Blanc.
Bueno pues le hice caso y no solo corrí un poco sino que corrí mucho y cada vez más y cada vez mayores distancias. Quería saber de donde manaba esa fuerza.
Y apareció un día por Cerceda un grupo de corredores. A unos los conocía de vista y a otros no. Pero aparecieron justo en el momento en que el maratón había dejado de ser solo una idea en mi cabeza para convertirse en objetivo.
“Cariño voy a unirme a estos chicos de la Samburiel porque quiero terminar un día un maratón, quiero ser como ellos, como Víctor, quiero ser mas fuerte”, le dije una mañana a mi mujer cuando venia de entrenar. Ella escudriño mi sudoroso rostro y clavando su pupila en mi pupila parda dijo:
“¿No se si sabes que en tu próximo cumple te caen 42 tacos?. Creo que con lo que corres ya tienes suficiente. ¿Sabes bien lo que vas a hacer?
Y evidentemente no lo sabía. Comencé a saberlo cuando acudí a mi primera Mourin-Sunday en la que solamente estábamos Pedro Mourin, Juanan y un servidor. Que manera de sufrir subiendo hasta Mataelpino. Page cara mi osadia de entrenar con dos titanes del running.
Luego han sido muchos entrenamientos. Martes fríos y con lluvia pero siempre amenos. Domingos con viento y nieve con rodajes muy, muy largos. Salidas en solitario donde se conoce bien la “soledad del corredor de fondo” (titulo de una película británica de los años 60 en blanco y negro recomendable para ver). El maratón Vila, espectacular donde tuve por primera vez conciencia de que seria capaz de terminar el maratón. Las series, las carreras, las medias maratones. Y en mi cabeza siempre mi amigo Victor y su fortaleza. Cuantas veces me han ayudado a seguir.
Me he llenado de tantas sensaciones y tan gratificantes que el catalogo de ellas me va a durar toda la vida.
Ahora cuando solo faltan once dias para la gran prueba me encuentro fuerte de moral con muchas ganas, pero con las piernas cansadas por los Km. acumulados, deseoso de comprobar que puedo con esos 42.195 m y que cuando pase la meta seré otro Miguel Angel, mas fuerte, mejor persona. Y hasta puede, Manolo, que a mi también se me escape un lagrimilla si lo termino.
Saludos a para tod@s y MAPOMA sera a partir de este año SAMBUMAPOMA.

25 de marzo de 2010, 12:11

Tengo que decir q sois sorprendentes.
Pocas veces entro en el blog pero hoy me he encontrado estas maravillosas historias y me ha encantado.
La verdad yo nunca me había planteado esta pregunta, a veces hacemos las cosas sin pensar en un porque.
Yo ahora no puedo correr, no por nada malo sino por precaución, pero si puedo andar todo lo deprisa que pueda y de hecho lo estoy haciendo.

Desde muy pequeña he hecho deporte para mí era lo más, una forma de sentirme libre, pero realmente correr empezó a practicarlo mucho más tarde cuando hace tiempo quise prepararme las oposiciones para bombera, fue una etapa muy bonita en mi vida luchaba diariamente por superar esas pruebas, trabajaba y entrenaba fue duro y al final por circunstancias de la vida lo deje, también deje de entrenar y de hacer muchas cosas que me gustaban.

Hasta que un día volví a levantarme y empecé a correr, a mi ritmo, suave disfrutando de lo que hacia, sin metas, sin tiempos, sin distancia, correr simplemente por el hecho devolver a sentirme libre, y eso es lo que seguiré haciendo y haré cuando tenga a mi churumbel.
Pero eso sí, siempre correré en esta vida para disfrutar, nunca más para sufrir
¿ Y tu porque corres?

27 de abril de 2010, 1:09

Bueno, Miguel Ángel y Torpedita, poco a poco, con cuantagotas, vais pasando por esta sección y a mí me reconforta poder ir encontrando cada cierto tiempo, con tranquilidad, estas perlas que van formando ya un collar de la Samburiel. Ya se ha sumado tanta gente a esta agrupación que uno ya no tiene tanto tiempo como antes para conocer en profundidad a las personas. A vosotros os he conocido más recientemente. Pero cada nueva relación o persona que escribe es una sorpresa, y una ventana abierta a un nuevo paisaje. Torpedita, comenzaste una carrera de 9 meses y ya está más cerca la meta. Torpedo y tú nos habéis vuelto a enseñar que no sólo resulta recomendable la carrera en sí, sino mucho más divertido el entrenamiento para la carrera. Miguel Ángel, comparto tu opinión sobre esa excelente película "La soledad del corredor de fondo". Lamento que nos hayan quitado el local por muchas razones, pero me duele porque yo tenía en mente hacer algunas actividades culturales ligadas al cine, la música, e incluso alguna charla sobre el deporte. No significa que no lo vayamos a hacer con local o sin él, o con otro, pero tanto el deporte como las actividades ligadas a él son una oportunidad para crear compañerismo. Cuando César entró en esta sección también nos habló de los ánimos que nos dan las personas que han perdido la posibilidad de andar o de moverse con libertad. Muchas veces son los ciegos los que nos enseñan a ver las cosas. Entre las motivaciones para correr está la marca personal, pero simplemente el hecho de poder hacerlo y correr en compañía, es algo que en sí mismo debemos estimar como un gran bien, ya que son tantas las ciscunstancias que nos pueden sobrevenir y que nos dificulten e impidan hacerlo, que sólo el hecho de poder calzarnos unas zapatillas deberíamos valorarlo como un hecho afortunado.

28 de agosto de 2012, 13:14
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